Entrevista a Manuel Saco
Revista el Triangle eltriangle.eu/es/2023/12/10/la-fe-vive-de-las-migajas-que-deja-la-razon/
«La fe vive de las migajas que deja la razón»
Periodista.
Fundador de Cambio 16 y
de la revista Ciudadano,
de defensa del consumidor. Jefe de Cultura y Sociedad en los servicios
informativos de TVE, fue
subdirector de La Gaceta de los
Negocios y del diario El
Sol. Colaborador de Público, Diario.es y otros medios. Ahora,
con el título provisional de No hay
Dios (probablemente), publicará su primer libro con la
revista Mongolia.
¿No hay Dios? ¿Sí, no, probablemente…?
Eso de «probablemente»
es un añadido al título original, que era No hay Dios. Lo que pasa es que decir «no hay Dios» parece
un poco presuntuoso por parte de quien lo afirma. Porque, claro está, el
problema de negar que existe lo que no existe es completamente imposible.
Probar que no hay vacas que no tienen alas es completamente imposible, porque
no se puede negar lo que es inexistente. Así que, como el nombre sonaba un poco
arrogante, doy un paso más, de alguna manera, al ponerle, entre paréntesis,
«probablemente». A todos les gusta que los demás dudemos un poco. Aunque no se
tenga ninguna duda, como diría alguien.
¿Cuántas veces y de manera tan diversa se ha dicho que Dios no existe,
a lo largo de la historia?
Todos los que, a lo
largo de la historia, han dicho que Dios no existe lo han pagado muy caro.
Porque las religiones siempre han sido aliadas del poder material. Son el
soporte, el sustrato, el adhesivo de dictaduras, reinos, imperios… Así que
decir que Dios no existe es bastante peligroso. A Galileo lo encerraron en su
casa por decir que era la Tierra la que se movía alrededor del Sol, y no al
revés. Al final, dicen que afirmó aquello de «Eppur si muove». Y lo dijo,
claro, sotto voce, en la
intimidad, para no recibir un golpe de lanza en la cabeza.
¿Todas las religiones, todos los dioses, están cortados por el mismo
patrón?
Todas las religiones
venden una mercancía, una mentira. En algunos casos, terrible. Religiones como
el islamismo, el cristianismo, el judaísmo hacen que, si no crees o no crees en
sus dioses, te asesinen, te torturen, etc. Ese es el problema de las
religiones. Si no fuera así, si las religiones no intentaran estar en todos los
actos de mi vida, detrás de la judicatura, de las leyes…, de todos los sistemas
represivos que han existido en la historia de la humanidad, a mí me importaría
un bledo la religión. No estaría escribiendo sobre ella, como no he escrito
sobre las cartas del tarot, ni sobre el Ratón Pérez. Porque no hay ningún
capellán del tarot o del Ratón Pérez que me haya amenazado de matarme.
En cualquier caso, en el origen, las religiones parecían ser algo mejor
de lo que han acabado siendo. ¿Dónde está el huevo de la serpiente, en las creencias,
en las iglesias, en ambos lugares?
El problema son
precisamente las iglesias. Son el sistema represivo de las religiones. Una de
las cinco columnas del islamismo proclama el deber de dar limosna cada día. Es
decir, la caridad es la manera de escapar de no hacer justicia. La caridad es
un sucedáneo de la justicia. Donde no hay justicia se puede hacer caridad.
Todos creemos que tenemos derecho a la justicia. En cambio, la caridad crea
clientes. Si eres caritativo, la gente piensa que eres bueno porque has hecho
algo a lo que nadie te obliga. La justicia sí que es obligación. Por eso, las
iglesias tienen organizaciones dedicadas a la caridad, como es el caso de
Cáritas.
Al final, islam, judaísmo, cristianismo, ¿son primos hermanos?
Claro. Son las religiones
del libro, en las que está escrito todo lo que debe hacer el ser humano. En los
países donde gobiernan islamistas, las leyes emanan del Corán. En la Edad Media
y hasta hoy, subrepticiamente, las sociedades cristianas deben estar de acuerdo
con las creencias. Por eso tenemos, por ejemplo, una judicatura conservadora
cristiana. Todos los elementos represivos están impregnados de ese sentimiento
religioso. Explico en el libro cómo el islam está viviendo en este momento
nuestra Edad Media. La Edad Media del cristianismo en Europa no era muy
diferente del Islam de hoy. Podías morir en la hoguera, quemado con leña verde
para que la tortura fuera mayor, por una nimiedad, por cualquier tontería, que
llamaban «herejía».
Saramago dice, en Memorial del convento, que Lisboa olía a carne asada,
por la quema de herejes en la plaza de Rossío.
La Iglesia católica ha
sido la inventora de los instrumentos de tortura más refinados que han existido
en la historia de la humanidad. Seguramente, la memoria se ha dejado muchos
pelos en la gatera a la hora de hablar de ese pasado truculento. La primera
cita del libro es de José Saramago. Dice: «Si todos fuéramos ateos, el mundo
sería más pacífico». Todas las guerras, sin excepción, de toda la historia de
la humanidad, han sido propiciadas, alentadas, sostenidas por alguna iglesia,
por alguna religión. Siempre ha sido así.
Europa ha sido en este sentido especialmente violenta, cruel. ¿Se salva
alguien dentro de la cristiandad o están más bien repartidas las atrocidades?
El cristianismo también
comparte las ignominias. Hay que recordar que los que mataron a Miguel Servet
fueron protestantes. No hay iglesia que se salve. Cuando alguien, según la
razón, actúa de manera más compasiva…, son solo florituras, operaciones de
imagen, podríamos decir. De alguna manera, hay que justificar que no es una
religión de terror, que es cierto, sino que tienen cierta humanidad. Estas
religiones del libro son, simplemente, sociedades terroristas, en el sentido
que dice la RAE: «Dominación por el terror». Las religiones perduran porque han
infundido el terror en los niños, que son los que, luego, de adultos, seguirán
sosteniendo, con el dinero, los apoyos a estas sociedades.
Cuando hablamos de religión, tendemos a referirnos a ella como algo del
pasado, patrimonio de la historia, olvidando a veces que sigue aquí, bien viva.
La religión,
blanqueada, es un marco cotidiano, normalizado. Pero, si nos paramos un poco,
observamos, y no es difícil darse cuenta, que la percibimos a través de todo.
Es omnipresente. Estamos completamente atravesados por la religión. Todavía se
habla incluso del delito de blasfemia, por el cual te pueden caer años… Los
humoristas tienen que tener mucho cuidado con su crítica, porque cualquier juez
católico te puede perjudicar. Lo que pasa es que, por ejemplo, la Iglesia
católica de España es una sociedad de holgazanes, porque no trabajan. Son
75.000 los capellanes y monjas, tienen 11.000 millones de euros de ingresos,
gracias al IRPF, a exenciones fiscales… La Iglesia es más rica que Google,
Apple, Microsoft.
¿Cómo se explica el camaleonismo que, en el catolicismo, es capaz de
hacer convivir ideologías, maneras de pensar o de vivir, sensibilidades
aparentemente antagónicas?
Las mismas mecánicas de
la fe son las que utilizan los nacionalismos. Los dioses y las naciones son
invenciones, construcciones, del ser humano. ¿Cómo se puede decir que hasta
este río es una nación y a partir de allí, otra? Por eso encajan tan bien.
Constantino, que fue bautizado en el lecho de muerte, fue el primero que se dio
cuenta de que una religión única era el mejor adhesivo para su imperio. Pero,
en cualquier caso, el catolicismo está a la defensiva, porque ve que se les
está acabando el negocio. Acechado por la razón y la ciencia, sabe que les
queda muy pequeño el terreno de juego. La fe vive de las migajas que deja la
razón.
¿Eso de la religión «opio del pueblo», sí?
Sí, ya se sabe, el opio
adormece. Las religiones, mediante el terror, lo que buscan es que los fieles
no puedan pensar. Cuando nos preguntamos ¿cómo puede ser que personas
inteligentes, cultas crean en un cúmulo de tonterías? La respuesta es
meridiana: la religión les prohíbe usar la razón como instrumento de análisis.
No puede someter su ser a la razón. Solo el intento de hacerlo es pecado. En
este momento, la ciencia explica que el universo tiene 13.720 millones de años.
Es tan inmenso que ni siquiera podemos ponerle cifras. Que haya quienes piensen
que esto lo hizo un dios clama al cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario